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domingo, 8 de julio de 2012

Bien Comun



Existe la sociedad, porque la existencia humana aislada no es viable, ambos nos necesitamos, todo ello nos lleva a un fin común: la ayuda mutua.
Para que un carpintero pueda realizar su labor, necesita de herramientas para lograrlo; de igual forma sucede en las relaciones diarias unos con otros, la suma del talento, creatividad y conocimiento del otro, logra resultados exitosos en cualquier actividad.
Como todos deben colaborar en ese empeño, tal fin puede ser denominado bien común. Muy bien dijo Platón que no hemos nacido para nosotros únicamente, sino que una parte de lo que somos se la debemos a nuestros padres, y otra a los amigos.
José Ramón Avilón, considera que el bien común se fundamenta en varios elementos:

Primer elemento: El bienestar material.
La primera conquista de una sociedad es el bienestar material. Por asegurar el alimento, el vestido y la vivienda, los hombres y los pueblos han luchado pacífica o dramáticamente todos los días de su historia. En este proceso existen dos luchas: la lucha dramática  la lucha pacífica.
Por un lado la tristeza de la violencia de guerras y revoluciones y por el otro lado se ve la lucha pacífica en los grandes descubrimientos científicos que actúa como una recompensa en este diario vivir de alcanzar un bienestar material.

Segundo elemento: La paz
No es la paz individual sino la social. Es una paz voluntaria y no impuesta, obligada o por represión. Porque sin paz, lo primero que se pierde es el equilibrio personal y social, y el hombre queda a merced del torbellino de la violencia o de las tentaciones sociales.
Para las personas y para las sociedades, la libertad es quizá la primera condición de la paz. De allí que nace la importancia de otro elemento del bien común.

Tercer elemento: Los valores
La Declaración Universal de Derechos y Deberes del hombre, aprobada en 1948, dice en sus artículos tres y cuatro que: “Todas las personas tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión“.
Esto equivale a reconocer en la persona la capacidad de preguntar sobre el sentido de la vida: ¿porqué y para qué existo?
En la búsqueda de este por qué y para qué del sentido de mi vida llego a encontrar la verdadera plenitud de la existencia humana, que no es más que algo a lo que nadie quiere renunciar: Conocer la verdad sobre el hombre y la mujer y tener la posibilidad de ponerla libremente en práctica. Es decir, exige la posibilidad de adherirse libremente a verdades radicales, algunas de las cuales pueden situarse al otro lado de la muerte, y a cuya luz se configura toda la conducta personal.

LOS VALORES
La polémica sobre el valor de los valores ha estado siempre abierta, pero quizás ha sido nuestro siglo el más interesado en quitarlos del medio. ¿Con qué resultados?
Las voces más autorizadas han reconocido que la ridiculización o la supresión de los valores ha exigido un alto precio: Catástrofes personales, violencia social y vidas perdidas y desperdiciadas. W. J. Bennett, después de exponer las lamentables cifras sobre suicidios, asesinatos, abortos y embarazos entre adolescentes, declaraba en 1990 que la situación de la juventud norteamericana era tan alarmante que requería hablar abiertamente sobre el BIEN MORAL como una parte esencial de la vida social porque los valores y la cultura no son cuestiones secundarias, sino más reales, mas importantes y con más consecuencias sobre la vida de nuestros hijos. No lo olviden, no hay nada que determine tan poderosamente la conducta de un niño, como sus pautas internas, sus creencias, su sentido de lo bueno y de lo malo.
Es de vital importancia señalar que el respeto al bien común exige que las leyes sean conformes a esos valores. De ahí que, el permisivismo es profundamente contraria al bien común, por ende el ambiente y las leyes permisivas contribuyen a ser el obstáculo, de lo justo y lo verdadero.

DEBERES RESPECTO A L BIEN COMÚN
Autor: José Ramón Ayllón.
El bien común no se opone al bien particular, precisamente porque beneficia a todos los miembros de la sociedad. En este sentido se puede entender como bien común lo que permite que cada ciudadano pueda poseer personalmente un cierto bien privado. Ello lleva consigo, como condición necesaria, que cada cual respete los derechos que tienen los demás. Es antigua la prohibición de abrir puertas o ventanas en la muralla, a los propietarios de casas adosadas a ella. Podía ser bueno para ellos, pero comprometía la seguridad de toda la ciudad, y también la propia. Las leyes, como la muralla que protege a todos, deber ser respetadas por todos si se quiere lograr el bien común.
La dignidad de la persona queda realzada en el deber de colaborar al bien común. A diferencia del animal, el hombre posee la capacidad de abrirse a lo común. Por eso, cuando antepone constantemente el bien privado, se asemeja al animal y traiciona su condición de
persona. Pensar lo contrario es tanto como pensar que el desarrollo humano debe apoyarse en el egoísmo.
Las responsabilidades frente al bien común no son iguales en todos los ciudadanos. Es mala la borrachera de un muchacho que viaja en un autobús, pero no tiene la misma trascendencia que la borrachera del conductor. De forma parecida, los hombres más conocidos de un país: políticos, artistas, intelectuales, deportistas etc., han de ser íntegros, pues constituyen una minoría de prestigio cuya conducta tiende a ser imitada.
El ejemplo de esas minorías tiene un poderoso efecto multiplicador, que ya era conocido mucho antes de la existencia de los grandes medios de difusión. Así lo advertía Cicerón: “Lo peor de las personas importantes no es que pequen aunque, de por sí ya es un mal serio, sino que tengan tantos imitadores “. Pues basta con recorrer la Historia para ver que tal como fueron los principales ciudadanos de una república, así fue esa república, y los cambios que los grandes introdujeron en sus costumbres no tardaron en ser adoptados por el pueblo. Por eso los grandes, cuando tienen vicios, resultan particularmente perniciosos para el Estado, pues además de estar corrompidos, corrompen a los demás.
La responsabilidad de los ciudadanos respecto al bien común tiene dos vertientes. Por una parte, es un deber primordial intervenir, según las propias posibilidades, en las distintas esferas de la vida pública. Cuando se olvida este deber surgen el desinterés hacia lo que es de todos, el abstencionismo electoral, el fraude fiscal, la crítica estéril de la autoridad, y la defensa egoísta de los privilegios a costa del interés general. Es de nuevo Cicerón quien denuncia que hay algunos que por dedicarse sólo a sus negocios o por ser insociables, se aíslan alegando que no hacen mal a nadie. No se dan cuenta de la injusticia que comenten al desentenderse de la sociedad y no emplear en su servicio ni su atención, ni su trabajo, ni sus cualidades.
Por otra parte, los ciudadanos, en la medida de sus facultades, han de dar a sus bienes y actividades un sentido social. Con palabras de la citada Declaración de la ONU: Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad (art. 29.1). Se abre así el gran campo de las actividades culturales, benéficas, científicas, asistenciales, deportivas, etc., con sentido social, y promovidas por la iniciativa de los ciudadanos.
El hombre no podría vivir fuera de la sociedad y por ello es una obligación de justicia colaborar en la configuración social, aportando para ello las propias capacidades personales, que sólo dentro de la sociedad hemos podido adquirir y desarrollar.
Por último, no hay que olvidar la función social de la propiedad. Los bienes poseídos, en cuanto sobrepasan a la digna sustentación del propietario, deben destinarse por éste a actividades a favor de los demás. De lo contrario, es fácil caer en el uso injusto de las riquezas.


DERECHOS
Ya descubrimos que la primera facultad es la vida, pues en ella se sustentan, las facultades de la opción fundamental y de la conciencia que ocasionan grandes necesidades de autonomía, de decidir, exigir y recibir ¿un trato siempre equitativo.
A la luz de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del hombre, aprobada por la Novena Conferencia Internacional Americana, Bogotá, 1948, fundamentaremos derechos tan importantes como los de:
·         Derecho a la libertad.
·         Derecho a la justicia.
·         Derecho a elegir y ser elegido.
·         Derecho a la toma de decisiones.

Derecho a la libertad.
·         Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. (Art. 2).
·          Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. (Art. 1).
·         Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad... (Art. 13.)
·         Todo individuo tiene derecho a desarrollar plena y libremente su personalidad. (Art. 21 y 22)

Derecho a exigir justicia
·         Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación. (Art. 5).
·         Toda persona acusada de delito tiene derecho a la presunción de su inocencia, mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa (Art. 26).
·         Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante tribunales nacionales competentes que la amparen contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución o por la ley. (Art. 17 y 18).

Derecho a elegir y ser elegido
·         Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos. (Art. 20).
La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresara mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Derecho a la toma de decisiones
·         Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como libertad de manifestar su religión o su creencia individual y colectivamente. (Art. 3,).
·         Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo a sindicalizarse para la defensa de sus intereses. (Art. 24).
·         Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos. (Art. 12,).




“AUTONOMIA MORAL” Guillermo E. Mora G.

Valores, ética y paz.
Igual que los puntos cardinales señalan la ubicación y el rumbo de los cuerpos, la moral es la encargada de orientar los actos humanos en sociedad y trazar los caminos de la justicia y la paz.
En el corazón humano se halla desde siempre escrito ese norte hacia donde enrumbar los esfuerzos y proyectos cotidianos; no obstante, son los derechos y deberes humanos los encargados de esclarecer tal sendero.
Igualmente, en el alma de cada ser humano están impregnados el oriente y el poniente de su existencia, que no le dejan olvidar que la vida es corta, pero que los días son suficientemente extensos para crecer y hacer todo el bien que justifique su paso por el mundo. Y ese conjunto de derechos y deberes humanos se sustenta en las facultades de la humanidad y en los valores humanos, respectivamente; esto es, tienen su fundamento en la esencia humana y se consagra de diferentes maneras en la Carta Magna de cada país.
En consecuencia, legislar no es otra cosa que desentrañar, esto es, leer en las entrañas mismas de los seres humanos, aquellos derechos y deberes encargados de señalar el horizonte del crecimiento personal y de la convivencia armoniosa. Así, la autonomía moral hace apto al ser humano para optar personalmente, con libertad y responsabilidad, con la garantía de que en cada uno de sus actos se verán reflejados los derechos y deberes humanos, que no sólo constituyen normas, sino que, ante todo, representan convicciones y principios fundamentales de la humanidad.
Por lo tanto, se hacen indispensables la ilustración y los fortalecimientos constantes de la autonomía moral, mediante el análisis y la ejercitación permanente de cada uno de los derechos y deberes humanos.
Únicamente en la medida en que hagamos de los derechos y deberes una forma de vida, estaremos construyendo el proyecto humano. 


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